sábado, 22 de marzo de 2008

Alacranes

La periodista, con gafas y melena corta, deja caer la pregunta. Mientras mis familiares, sentados a mi derecha, van contestando sincera y candorosamente, ella me lanza esa mirada maliciosa, porque sabe que la pregunta, que en breve a mí también me tocará contestar ante las cámaras y el público, es ineludible y comprometedora. Pero también porque es deliciosamente consciente de que soy el único, al parecer, que se ve escandalizado por que se vaya metiendo alacranes caramelizados a la boca. Alacranes negros y tiesos.
- ¡Se está comiendo alacranes! -grito horrorizado- ¿Pero es que nadie se da cuenta? ¡Está comiendo escorpiones!
Ella se regodea en el acto de cojer otro escorpión frito y caramelizado por la cola, por el aguijón e introducírselo en la boca, masticarlo y hacerlo crujir, sin apartar sus ojos burlones de los míos, porque sabe que nadie más en el plató está horrorizado, excepto yo.

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